INMA

Tía, la sangre que bulle,
más quiere tararira que dineros
y gusto que dávidas.

Francisco de Quevedo



UN JUEGO A CONTRALUZ

No me entiende tu risa tan delgada.
No me entiende tu piel fogosa
inclinándose despacio hasta encontrarme,
cuando ese olor blando, agridulce,
sube y baja desde el sur de tu vientre
hasta los escogidos días de esta deglución.
Nebulosa sinérgica
abrasando la humedad transpirada
en el aire de mis labios,
arrumbándome al cenital triptongo de tu mapa estelar.
Escala mayor en tus costillas nacaradas
donde juegan las notas de mis afanados dedos,
mamando cual idiota tu perfil de caléndula
bajo la bruma gris de un cigarro apurado.

Cómo arrancar entonces un resquicio del carmín
de tu boca inflorescente,
las locas papelinas tatuadas en tu pecho,
mientras bufa el siroco en mi garganta
a que mar la friable cartulina
de tu ropa interior.
Y luego efectuar pronósticos
-mira qué suerte-
maganto en la barra de un bar:
jugarme mi noche por tu cama.
Toda mi voluntad por descubrir
tu juego inguinario
la débil luz que se entreteje
dentro,
en el limen más claro del placer.

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