PARTENOMANCIA


¡Qué hora tan estúpida esta de hacer poemas
mientras coses, tranquila,
la ropa del hombre de tu casa
o refriegas los platos casi embobada!
Y yo me alegro que las letras
extrañadamente me hagan musarañas.

¡Qué solsticio rompió toda tu infancia
de niña entusiasmada!
Turbulenta borrasca que te hirió
en los juegos de alcoba, frente al espejo,
palpando tu mimosa desnudez.
La escasa intención de tus deseos.

¡Qué zahoríes cuentos sospechados en las atardecidas!
Los labios amorosos brindado ofrecimientos
de fiel pasión y de por vida,
sostenidos, el uno contra el otro, en lucífugos besos
y táctiles caravanas horadando caricias
por los piélagos de la inusada piel.

¡Qué corto fue el camino andado
desde las aulas escolares al tálamo desposorio!
Con qué dulzor se ha llenado
tus núbiles lágrimas de niños procelosos,
tu diágala mirada de soledad;
de guisos y ropa sucia las tardes de tu edad.

¡Qué peculiar rompecabezas escribo
cuando tú quitas la grasa en tu cocina!
Telegramas a la hora del parto,
besos de luz y polvo en los rincones;
mi cielo rojo en tu barra de labios.
Y apenas ya si suenan los últimos acordes.

¡Qué sortilegio fabrico en estos versos
mientras esplínea destejes un paño de la vida
entre arduos instantes de rutina!
Y tu imagen, falena de papel,
cruza el mundo conmigo
por los intricados bastidores del ayer.

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