ESA HORA


Son las cuatro de la tarde
de una tarde gris perla insoportable,
cuando todas las esposas urden
desde su doméstica placenta
donde les comen las molestias,
traslúcidas ensoñaciones sensuales
queridos de penumbra dulce,
férvidos y galantes.
A las cuatro, esa hora de la tarde
que diluye los cónyuges eventos
y puebla la casa de silencios mortales,
las mujeres esperan imposibles amantes
que destejan hilvanes de sujetos deseos,
sacramentos de fidelidades constantes
que liberten pretendidos adulterios.
Aguardan –a las cuatro- una llamada
que desbarate la adunca siesta,
pero es tarde porque la tarde vuela
eclipsada entre ecos de pasiones livianas
y niños que tornan de la escuela.

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